La artesanía de palo fierro
Los seris y yaquis se inspiraban en el entorno que les rodeaba para hacer sus piezas, como, por ejemplo, cactus, saguaros; animales como correcaminos, tecolotes, águilas, tortugas, liebres, focas, lobos marinos, pez vela, delfines, tiburones, entre muchas cosas más.
La madera de palo fierro es muy parecida a la del ébano; es muy dura, de una consistencia vidriosa y a diferencia de la mayoría de las maderas que flotan, ésta se hunde en el agua. Algunas personas la utilizaban como carbón porque dura mucho la brasa. De ahí su nombre de palo fierro.
Don Manuel Vargas Oros, artesano de Santa Ana, localidad al norte del estado, no contó: “Hay días que salgo temprano para buscar un poco de madera. Antes los tenías mas cerca de mi casa, pero ya se están acabando”. Con más de 15 años trabajando el palo fierro, don Manuel continuó su relato: “En otras ocasiones tengo que adentrarme por el desierto en mi vehículo, durante varias horas. Hay que buscar los troncos que estén secos porque son los mejores para trabajar, también buscamos a los que les cayó un rayo y ya están totalmente muertos y que por cierto, son el hábitat de animales como víboras, monstruos de gila, lagartos pequeños o de aves como búhos, halcones aguilillas o lechuzas. En ocasiones los cortamos y los dejamos secar hasta cinco años, porque si no esperamos, al trabajar esa madera queda rojiza – amarilla y es más difícil de manejar”.
Don Manuel nos contó también que antes los seris y los yaquis la trabajaban totalmente a mano: “Ellos cortaban la madera con hacha, con la escofina le daban forma, con un vidrio la alisaban, la pulían con arena fina del desierto, y el acabado final se lo daban con cebo de coyote. Se tardaban, pero, eso sí, les quedaban unas esculturas ¡chulas como ellas solas! Ahora nosotros ya usamos motosierras, motores con esmeril, lijas, mantas para pulir y tintas artificiales”.
Sobre el proceso de elaboración, don Manuel continuó explicándonos que ya cuando la madera está seca y lista para trabajar, cortan pequeños trozos como de 10, 20 o 30 centímetros, dependiendo de la pieza, para poderla manipular mejor frente al motor. Después de cortarla, hacen una forma cúbica con una sierra circular, para después obtener un esbozo del animal o planta, todo con ayuda de un esmeril. Enseguida se redondea y afina con lijas, que también giran en el motor, para después entintar las piezas a mano, una por una. Por último colocan una manta con un poco de pulimento y al hacer girar el motor, sale el brillo. Entre toda la familia hacen entre 40 y 50 piezas al día, que son vendidas a un mayorista de Nogales, quien a su vez las comercializa en Estados Unidos.Arte que traspasa la frontera. Es hasta los años setenta que esta artesanía comenzó a distribuirse adecuadamente. An-teriormente la madera también era usada como leña. A partir de los ochenta, su venta se elevó gracias al uso de motores y a una buena distribución, que la hizo llegar a lugares como Canadá, Estados Unidos o Japón. También llegó a haber talleres en Acapulco y Guadalajara. En el inicio de la década de los noventa, fue tanto el mal uso como explotación para leña y carbón, que el gobierno tuvo que vedar el árbol de palo fierro, para que no se lo acabaran y sólo quedó permitido su uso para la artesanía.
Hay quienes opinan que este oficio se industrializó tanto que perdió su vena artística; pero en algunas plazas aún se pueden encontrar piezas singulares y hermosas.
Hoy día aún trabajan la artesanía en Bahía de Kino, Caborca, Magdalena de Kino, Pun-ta Chueca, Puerto Libertad, Puerto Peñasco, Santa Ana, Sonorita, entre otros lugares del estado de Sonora.
Gustavo Vela Turcott (texto y fotografías). “La artesanía de Palo Fierro”, revista México desconocido, México: Año xxx, núm. 353, julio 2006, pp. 52-55.